sábado, 26 de abril de 2014

Florecitas pre-crisis

Estaba yo viendo The Corporation, un documental realizado en 2004, aquellos felices tiempos anteriores a la crisis económica en la que chapoteamos desde 2008 y en la que (probablemente) seguiremos chapoteando cuando los indicadores macroeconómicos nos digan que no pasa nada, que se acabó y ya está todo bien. El documental en cuestión habla sobre las corporaciones, esas macroempresas transnacionales, y su enorme e incontrolado poder para hacer y deshacer a su antojo, por encima de personas, gobiernos y organismos internacionales.

Lo curioso ha sido oír tratar todos estos temas hoy en 2014, diez años después de que el documental saliera a la luz. Al verlo hoy lo que más he percibido es una especie de inocencia entusiasta en cada uno de los argumentos que allí se exponían: las corporaciones contaminan, las corporaciones pagan sueldos de miseria, las corporaciones atentan contra los derechos humanos, las corporaciones existen con la connivencia de los gobiernos... Todo ello acompañado por testimonios de todo tipo, desde Noam Chomsky a Milton Friedman, pasando por periodistas cuyos trabajos han sido censurados por mediación de corporaciones (Monsanto en este caso), un ciudadano boliviano que participó en la Guerra del Agua en Cochabamba e incluso el CEO de una gran corporación que tuvo una revelación divina y decidió que su empresa de alfombras debía convertirse en ecológicamente sostenible.

Como decía, diez años después todo lo expuesto en el documental parece de una inocencia casi peligrosa. Durante casi dos horas y media se retrata a las corporaciones como gigantes devoradores de recursos, fantástico, pero el único análisis que se hace es que las personas que componen las corporaciones, al ser estas personas jurídicas independientes, no ven su responsabilidad en todo lo que atañe a ese "monstruo", que los grandes directivos y accionistas son bellísimas personas cuya capacidad de decisión está maniatada por el principio básico de la corporación: hacer dinero. Que todas las violaciones de los derechos humanos que llevan a cabo las corporaciones bajo la autorización de estos consejos administrativos se hacen simplemente porque "las reglas del juego son así".

Hoy en día mientras la economía mundial atraviesa un proceso que no se sabe bien si es una enfermedad o un boicot selectivo a ciertos sectores en los que hasta el momento la privatización no ha podido meter mano, parece que quedan lejanos esos tiempos en los que el foco informativo se ponía (ocasionalmente) en asuntos de índole "social" (ecología, problemas sociales, derechos civiles...). Vemos sin embargo como estas corporaciones siguen en pie actuando más a sus anchas todavía mientras las privatizaciones avanzan, las pequeñas empresas cierran y los derechos sociales se subyugan a intereses económicos y, cómo no, estos asuntos "sociales" quedan olvidados absolutamente. El modelo de lucha que se propone tímidamente es siempre el de pequeños gestos para solucionar problemas concretos, pero nunca, nunca, nunca se busca el origen del problema, nunca se cuestiona el sistema.

Esta forma de ver las cosas trae cierta nostalgia de esa época optimista antes de 2008, en la que parecía que todo iba viento en popa y que únicamente teníamos que luchar para un mundo mejor. Diez años después y hostia de realidad mediante, la lucha es para que el mundo vaya a peor lo menos posible. Entiendo que el documental haya sido elaborado en EE.UU., y que los análisis político-económicos que se puedan hacer allí vienen muy limitados por la moral política de la sociedad, lo que hace imposible que se planteen los problemas de una forma más seria políticamente hablando. Sin embargo el documental vaga de un punto a otro sin atreverse a dar el siguiente paso lógico, si las reglas del juego son así, ¿cambiamos el juego?