jueves, 2 de enero de 2014

Escritor de refranes

Escritor de refranes es una de las profesiones futuras que barajo. Para desempeñar una labor como esta, en contra de lo que opina la mayoría de la gente, no hace falta ser sabio ni viejo. 

Las habilidades que realmente se necesitan son las que podemos encontrar en cualquier discurso político de nuestra querida postmodernidad. Al igual que en estos discursos para escribir un refrán es necesario encontrar una forma llamativa que se quede en la cabeza de la gente (que rime es ideal), luego, al igual que en los discursos, utilizaremos algún órgano de nuestro cuerpo (preferiblemente que no sea el cerebro, el intestino grueso es una opción mucho más apropiada) y lo exprimiremos sobre esa forma para llenarla de contenido.

Una vez acabado este proceso tendremos un elemento cuya duración deberemos acotar según queramos discurso político postmoderno o refrán. Si queremos un discurso deberemos estirar un poco más la forma y rellenarlo con más de lo exprimido de nuestro órgano (hay quien gusta de mezclar todo con un poco de bilis). Si queremos un refrán trataremos de hacer menguar la forma hasta un tamaño escrito de dos o tres lineas como máximo.

Hasta este punto es el proceso común, a partir de aquí hay ciertas diferencias a la elaboración. En el discurso político tratamos de complacer a todo el mundo, por eso será necesario incluir algunos términos "modernos" (mi favorito es sin duda plural) y otros "tradicionales" (se recurre bastante a la nación). Así al final tendremos un producto atractivo al público, que batirá sus manos una media de 6 veces por minuto.

Sin embargo en los refranes, dada su vocación de tradición oral, es necesario incluir términos totalmente anticuados, y juntarlos con verbos de acciones que hace ya varios siglos que no es necesario llevar a cabo por los avances tecnológicos. Usando este sistema se pueden obtener grandes resultados, como el refrán siguiente: "En barrica de roble pasta hasta el pobre".

Una vez elaborados, no es necesario darles un significado. La gente estará tan absorta con las increibles formas que le hemos dado a nuestro discurso/refrán que no verá necesidad de darles significado alguno. Qué coño, si quieren un significado ya lo buscarán ellos.

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