La puerta se abrió, una mujer con el pelo violeta y la piel azul entró y se encontró al Dr. dormido, con la cabeza sobre el dispositivo de digitación y con un par de envases de toallitas autodesintegrables a sus pies. El remoto de visión frente a él estaba bloqueado. Hay cosas que al intentar ocultar se hacen más evidentes, pensó la mujer azul justo antes de despertar al Dr. acariciando fuertemente su sien con el puño.
El Dr. golpeó el suelo con las costillas, desorientado. Sin darle tiempo para ubicarse la mujer azul le preguntó -¿Lo tienes ya?- mientras él trataba de dilucidar si sentía más dolor en las costillas o en la cabeza. Una chispa de alegría iluminó sus ojos y asintió.
Lo más cercano a la felicitación que salió de la mujer de azul fue la mano que tendió al Dr. para ayudarle a levantarse. Una vez en pie, el Dr. se inclinó sobre el dispositivo de digitación, desbloqueó la pantalla y cerró las ventanas de infoeroentretenimiento en un movimiento ejecutado a una velocidad increíble para un hombre de su talla, y mostró a la mujer de azul su obra culminada. Abrió Photoshop CS38 (sorprende su similitud con CS6) y retrató a la mujer de azul de esta manera:
Al exportar el archivo, sin embargo, esto es lo que apareció en el visor de retorno (¿lo he llamado así antes?):
¡Oh, cásate conmigo y vivamos juntos para siempre Dr.!- dijo ella con el corazón encendido. Entonces, pausadamente, el Dr. la miró fíjamente a los ojos y le respondió -¿Acaso tengo otro remedio?- A lo que la mujer de azul respondió con otra fuerte caricia en la sien, esta vez más cargada de amor si cabe.
Cuando recuperó la consciencia el Dr. estaba felizmente casado, con un anillo de oro en el anular de su mano izquierda con su nombre y el de su dichosa esposa grabados en el interior. Además, como la mujer azul es una amante generosa, hizo una copia más robusta y con un diámetro mayor que abrazaba su tobillo derecho. A este nuevo anillo le seguían catorce eslabones de amor, cada uno con un mensaje romántico más bonito que el anterior, que venían a unirse con un poste puesto a tal efecto en el centro de la cocina. ¡Ay, qué envidia! ¡Quién fuera partícipe en tan profundo amor!
Total, que el futuro no puede ser de otra manera.


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